Aprendiz de escritor...arquitecto de mi existencia.

rio laja chile

GUSTAVO ARANEDA

lunes, noviembre 19, 2007

CEFERINA Y DAGOBERTO ( 4a. parte)

Esa madrugada después del sepelio, en casa de Juancho, Ayentemo estuvo a un trís de forzar el candado, pero se detuvo sólo por el hecho que entre ellos, siempre se habían respetado en todo, y cuando uno le pedía al otro algo, y si el otro podía hacerlo, eso era sagrado, y se hacía, por lo que no era el momento ni el lugar para romper con esa costumbre, aunque ya estaba muerto, así que iría a buscar la llave donde el juez.

Pasaron más de dos meses y recién Ayentemo se puso de acuerdo con el Juez para su visita a Traiguén, pero excusó a su mujer e hijos, señalando que si disponía de unos días, situación que el Juez aceptó y afinaron los detalles, pero fue muy cuidadoso de no mencionar la caja de Juancho.

El viaje se le hizo muy corto, pues viajó en sus pensamientos, repasó todas las conversaciones con Juancho, a quien cada día echaba mas de menos, empezaba a comprender la sabiduría innata de su, en términos reales, su padre, entendiendo a cada día el amor que ambos se profesaban, recordaba que Juancho decía que él aprendió de los mapuches a nunca castigar a los hijos, “eso es muy malo, hay que hacer que entiendan… son mas que un caballo, y a los caballos los podi amansar y enseñar a punta de puro cariño, y nunca te van a dejar botao”, cada vez que podía se lo recordaba y Ayentemo así lo hacia con sus hijos

Desde pequeño sentía que era diferente a los otros niños, porque no tenía madre, nunca quiso ir a la escuela, para no tener que callar cuando le preguntaran por ella, y Juancho nunca lo obligó. Uno de sus grandes dolores era en no poder ir a ver a su madre, con la frecuencia que el hubiese querido pero, uno, por lo difícil de llegar y otro por el tiempo que le llevaba llegar hasta ese recóndito lugar donde estaba enterrada, y bueno, casado y con hijos y viviendo el Angol era casi imposible hacerlo.

Trataba de encontrarle explicación a la presencia cercana del sargento Ramírez para con él, pero a medida que pasó el tiempo se fue acostumbrando, por eso que no le llamó tanto la atención, su presencia en el funeral de Juancho, se recordó que siendo conscripto varias veces lo invitó a su casa, con la excusa que le ayudara en algunos trabajos domésticos y de paso le aprovechaba, de manera muy cuidadosa, de enseñarle modales, “Nunca se sabe cuando lo pueden sentar a la mesa de alguien importante y hay que saber comportarse”, costumbre que él hace con algunos de sus conscriptos, quizás a modo de devolver mano, además eso le ayudó mucho, para no desentonar, cuando el juez lo sentaba a su izquerda en el gran comedor de su casa y siempre comíamos los cuatro, el juez, su señora y la Melania que se ubicaba frente al juez, en la otra cabecera….

Lo que mas le desconcertaba de todo esto era un detalle que en un comienzo no lo consideró, y que ahora lo confundía totalmente, como Juancho pudo tallar esa frase si él era analfabeto… alguien lo talló por él, o alguien le escribió el mensaje y el solo lo talló…

Le hacia falta su “yunta” Marambio, para que le ayudara a ver con claridad todo esto, desde que habían llegado al Regimiento eran como hermanos carnales y varias veces le acompañó a los Sauces, cuando iba a ver a Juancho, le gustaba salir a cazar, pero con onda, decía que así era mas justa la caza… y tenía una puntería… difícilmente erraba un tiro, al igual que con el fusil, tenía paciencia y podía pasar horas totalmente quieto, pero no así su mente, el era de Nacimiento, y cada vez que nos íbamos a la orilla del río, cortaba trozos de rama de una manera muy peculiar, lanzándolos a la corriente; “para decirle a mis hermanos que estoy bien” .

Cada vez que escuchaba decir eso a Marambio, o cuando hablaba de sus hermanos, a él le hacia dar un cosquilleo en el corazón, porque muchas veces deseo tener un hermano, un hermano con quien jugar cuando niño, para salir a buscar nidos, sentarse a la orilla de la línea del tren para verlo pasar, cosa que muy pocas veces hizo, y por último, alguien con quien pelear y después seguir jugando, Marambio, en muchas cosas era como su hermano, pero lo habían trasladado a la escuela de Caballería de Quillota, y esa parte estaba algo lejos como llegar e ir.

Al pasar por Los Sauces, por primera vez pensó en los parientes de su madre, ¿quiénes eran?, por primera vez quiso saber como era el rostro de su madre, a pesar que, según él, siempre lo supo a través de sus sueños desde niño, en ese momento se sintió partido por la mitad, pues la otra mitad ya no existía, quien podía haberle dicho como era su madre ya no estaba con él, esa mitad ignorada se había ido con Juancho a la tumba, ahora todo era de cero, él comenzaba una nueva familia y salvo la relación de amistad con el juez, su sargento Rodríguez y su capitán Muñoz, nada mas había, por lo menos de su parte, las historias de un padre bandido y una madre que solo conocía su nombre, Ceferina, sin apellidos, por el lado de su mujer si había familia, pero era la de ella y él era el allegado, aunque desde un principio, siempre lo hicieron sentir uno mas, era una situación que él había elegido y a estas alturas era muy complicado destapar esa olla.

No se hacia idea de lo que contenía la caja, ni de las cosas que podrían ocurrir, a propósito de lo mismo. Lo que tenía claro era que con el juez se había granjeado una amistad muy especial y sentía que de parte de ese anciano, ahora, había una actitud de mucho cariño, respeto, hasta se podría decir como de un abuelo, abuelo que él nunca tuvo.

No era mucho lo que sabia del juez salvo, que era el juez del pueblo por muchos años, que era muy querido y respetado por toda la comunidad traiguenina, él decía a veces; “que el día que me muera me van a tener que enterrar en la cima del Chumay”.

Desde que se contrató en el Ejercito, nunca ha salido de su querido Regimiento N° 3 “Los Húsares de Angol”, como conscripto y soldado, sumado sus condiciones innatas de centauro, lo hizo pasar mucho tiempo entre las bestias, y sus guardias, apostado, le dejaban tiempo para pensar y repasar las enseñanzas, en temas de la vida, de su maestro Juancho, y de los temas profesionales, el permanentes estímulos a la superación por parte del oficial y del sargento.

Lo sacó de sus divagaciones la voz del conductor, que solicitaba todo los boletos ya que estaban próximo a llegar a Traiguén, última estación del viaje.

Llevaba una pequeña maleta, la caja y la revista En Viaje y una edición de el Diario El Mercurio, esta vez vestía un elegante terno de casimir gris obscuro y un sombrero de fieltro, al descender del tren, le esperaba el juez quien se sorprendió al verlo;

Don Celedonio, ¿qué le pasa?, parece que hubiese visto a un fantasma…mientras se abrazaban…
No, nada… este último tiempo he tenido algunos problemas para respirar, y esta vieja locomotora que deja todo lleno de humo…
Le traje algo para leer,
pasándole el diario y la revista…
¡Qué bueno!… bonito gesto de su parte…y ¡que elegante que viene!…
Mi sargento siempre decía que "para las ocasiones especiales hay que vestirse de manera especial"…
Pero ¡Ud viene mas encachao que la yegua del tony!…
¿Y cómo esta su señora?
Algo delicada de salud… Ud sabe, los años
¿Y la señora Melania?…
A ella no le entran balas…
No es que lo quiera echar si apenas a llegado, pero ¿por cuántos días viene?
Por tres días…
Se nos van a ser muy cortos…

Y continuaron hablando de trivialidades mientras que un empleado de él acomodaba el equipaje en el viejo automóvil, y mientras iban abandonando el andén, don Celedonio respondía a los saludos de las personas con las que se cruzaban.

Esta estación tiene como setenta años… cuando recién llegó el ferrocarril acá, yo me iba a Santiago a estudiar Leyes…
¿Ud siempre ha sido de acá?…
Prácticamente, salvo los diez años que viví en Santiago, y a penas pude, volví…
¿Ud conocía a mi papá don Celedonio?
Todavía quedan postes del viejo telégrafo, ¡a propósito!, acabo de terminar de leer una novela que se publicó el año pasado de un coterráneo nuestro,¿ por qué me imagino que ud se siente traiguenino, al igual que yo?, ¿verdad?, Luis Durand se llama el escritor, y la novela se llama Frontera, le sugiero que la lea, y si ud quiere, le presto el libro, pero con el compromiso que para la próxima vez que venga me lo traiga de vuelta…Esta tierra es muy linda, ¿Qué me preguntó Ud?
No, nada, fue algo sin importancia…
Sabe Ayentemo, cada día me siento mas cansado… ya es hora de empezar a ordenar las cuentas, mire que una de esas, me llaman de allá arriba, antes de tiempo y no quiero dejar nada pendiente…
¿Eso me incluye?…
¿Ud cree?
Si…
Entonces.. si…

Se sentaron a el asiento posterior del auto, el juez se rellenó y acomodó el sombrero, era una situación muy especial, era como una partida de dos avezados jugadores de poker, ninguno quería mostrar sus cartas, aunque el joven algo ya había anunciado… avanzó lentamente el automóvil por las calles del pueblo rumbo a la casa del juez, ambos iban silenciosos, el juez como dormitando y Ayentemo mirando hacia fuera…

Descendieron del automóvil, les esperaban la esposa del Juez y Melania, a quienes Ayentemo saludó muy cariñosamente, mientras el chofer bajaba el equipaje, el cual dejó junto a la mesa de arrimo que estaba en la entrada de un gran pasillo que dominada el interior de casa…

Ayentemo, ¿trajo la caja?, se produjo un silencio momentáneo, y el joven asintió con un movimiento de cabeza,
Bien, entonces los tres días se nos van a ser muy cortos…
y el juez entró a su despacho cerrando la puerta tras si.

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jueves, noviembre 15, 2007

CEFERINA Y DAGOBERTO (3a. parte)

¿Que puedo hacer por Ud sargento Rebolledo?
No se exactamente doctor, no lo tome a mal, me gustaria que tuviera la mejor atención…
De eso no se preocupe…
El problema, doctor, es que el para estos efectos él es indigente…
Como la mayoría de las personas de estos lugares, ¡a propósito!, el Director del Hospital nos pidió que le dijéramos que quiere conversar con Ud.
Gracias, pasaré por su oficina, y por favor, cualquier novedad me puede avisar al Regimiento.
No se preocupe, lo haremos.
Gracias doctor…

Ayentemo pasó por la oficina del Director, pero éste no estaba, salió muy triste del hospital, sabía que los pronósticos eran pesimistas, caminó lentamente hacia el cuartel, siendo interrumpido, de tanto en tanto, por las personas que le conocían y que le saludaban cariñosamente a su paso y le daban ánimo.

Se había granjeado el cariño de muchas personas por su espíritu jovial y por sus servicios a la comunidad, la zona ya estaba en calma, y de los viejos tiempos quedaban historias, que se contaban, por lo general, en los velorios.

……..
……..

Creo que hay cosas que faltan por contarme Juancho
No creo hueñe(1)
Si… hay algo que no me calza sabe…
Ya, suelte el doblao(2) de una vez…
Entre otras cosas, ¿Cómo lo hizo para sacarme too los “papeles” p’al regimiento?, ¿p’a sacar el carne de identidad? y too eso…
Mee, Dios pregunta menos y perdona más…
Pero yo no soy Dios, poh, Juancho
Y yo no tengo paciencia ni memoria…
Ni que estuviera tan viejo para no acordarse…
Mire hijo, aprenda que, a veces, es mejor no acordarse, se vive más feliz… ¿ha tenio algún problema acaso?
No, sólo curiosidad…
En ese caso, siga usandola p’a onde lo ha estao haciendo
¿Y p’a onde cree que lo he estado haciendo?
P’al lao de la Carmelita, por ejemplo…
Si, es verdad, la he estado mirando, taita
Y ella a Ud también…

Ayentemo por primera vez se ruborizó y dejó en evidencia que su corazón ya había sido tocado, y eso lo sacó de su objetivo, conversaron todo ese fin de semana ya que el joven se iba en campaña por varias semanas.

…….
…….

Si no juera porque te vai a casar, nunca me habría puesto esta cuestión; refunfuñaba Juancho, mientras se trataba de soltar un poco el nudo de la corbata.
Pero es que ud sabe bien que es mi único pariente…vivo que tengo.
Por eso estoy haciendo este sacrificio…y si la única parentela soi yo, es porque ud. lo ha querio…
Siempre he tenido aquí, en mi pecho, como una espina cruzaa…nunca he sentio ni curiosidad p’a ese lao,…hay algo que no me hace mirar p’a ese láo, ¿me entiende? y no me interesa saberlo, pero, hablemos de otra cosa, ¡hoy me caso Juancho!, y –mientras le arregla el cuello del vestón ---además se va a entretener mucho, va a conversar con muchas personas
Y ¿con quién? si no conozco a nadie, y además sabis muy bien que no me gusta hablar…

Fue una fiesta hermosa, del Regimiento, invitó a su contingente Marambio, al Sargento Ramírez, que desde que llegó al Cuartel fue como su padrino y tarde ya apareció el Capitán Muñoz.

Ayentemo estaba feliz, cumplía con un sueño muy intimo, el poder formar una familia, después de la ceremonia, entre atender a los invitados, conocer a los familiares de la novia y ayudar en los preparativos de la comida, se había olvidado de sus invitados, fue en busca de su querido Juancho a quien vio conversando muy entretenido con el Capitán Muñoz y el sargento Rodríguez, bajo de un frondoso parrón, mientras que Marambio no habia dejado sola a una prima de la novia, desde la Iglesia;

¿Y a Uds. lo han atendido?¿Quién los presentó, mi sargento?
Si lo hubiésemos esperado a Ud soldado, todavía estaríamos seco…
Cierto;
dijo Juancho mostrando un vaso a medio llenar
¿Y porque no están bailando?
Aquí esta más tranquilo y el vinito esta muy bueno;
dijo el Capitán.
Quiere que les traiga algo más… ¡ah!, y no se me alejen mucho mire que lueguito van a servir la comida…
Déjenos por aquí no mas, soldado, estamos re bien;
retrucó el Sargento.

La fiesta duró hasta el día siguiente, y aunque el vino sobró nadie hizo problemas.

……
…….

La vida de cuartel siguió su rutina, Ayentemo se radicó en Angol y al año aumentó la familia, no dejaba pasar más de un mes y solo o junto a su mujer e hijo visitaba a Juancho.

Viajó en varias oportunidades a Traiguén donde el Juez, en busca de mas antecedentes para su historia, lo que permitió que naciera una especial amistad entre ambos, y en una de las visitas, fue el Juez que le propuso, ir a conocer la tumba del Bandido y…”de pasada le llevamos un ramito de flores, ya que a esa tumba, salvo cuando “le hicieron la broma al rondín”, nadie lo hace”.

Sabe don Celedonio, siento que estoy haciendo algo bueno con esto; mientras acomodaba las flores en la tumba.
A mi me ocurre lo mismo… Vaya a saber porque pasan las cosas…Sólo Dios sabe…
Cierto juez, sólo Dios sabe…
¿Y que ha sabido del capitán Muñoz?
Se fue para Concepción, está en el Regimiento Guías…
Buen hombre…
Si, gracias a él me contrataron…
Si, algo supe por ahí…
Ojalá que algún día lo vuelva a ver…
Sólo Dios sabe…
Cierto, don Celedonio, sólo Dios sabe…

Y así, cada vez que Ayentemo visitaba al Juez, era como un rito, pasear por el pueblo e ir al cementerio a dejar flores a esa tumba, tan especial para los dos…

………..
……….

Los tres jinetes iban orillando el río Vergara en busca de personas aisladas, el invierno se había ensañado con la zona, el nivel del caudal había subido bastante y los caminos estaban, la mayoría, intransitables, la lluvia no cesaba y la jornada había sido intensa.

En un recodo, el caballo del sargento pisó en falso y rodó hacia el río, el sargento no alcanzó a sujetarse y cayó al caudal, su capota no le dejaba maniobrar, Ayentemo se despojó de su capa y fusil, saltando del caballo se lanzó a las aguas, al rescate del sargento, mientras que Marambio azotó su bestia y galopó aguas abajo.

La situación fue muy complicada, sin embargo, los dos jóvenes lograron sacar al sargento del agua, comprobando, con asombro, que en la caída el sargento Ramírez, se había fracturó una pierna.

Gracias soldado, nunca lo olvidaré.
No lo iba dejar que la corriente se lo llevara, así como así, mi sargento…
Tu soi too un hijo de bandido
¿Por qué me lo dice, mi sargento?
Es un decir soldado, por lo “arrajonao”(3) que fue…podríamos habernos ahogado los dos, no pensaste en tu mujer y tu hijo…
Pero no fue asi..

No pudo seguir hablando el Sargento Ramírez ya que por el intenso dolor se desmayó. Ayentemo buscó algunas hierbas y unas ramas con las cuales le hizo una cataplasma y le entablilló la pierna, mientras Marambio improvisó un refugio con palos y hojas de pangue y pasaron ahí la noche.

El regreso al Cuartel fue lento y doloroso, pero más doloroso fue comprobar que el sargento quedó con secuelas y que por esa razón no siguió en servicio activo. Para Ayentemo fue un duro golpe porque fue en ese momento que sintió que al él se le iba parte de si con el retiro del sargento.

……..
…….

Al llegar al cuartel, el Ordenanza le informó al Sargento Rebolledo que debía volver al hospital, porque su pariente había entrado a “enterar”(4) y que el Comandante ya había autorizado el permiso correspondiente para que se tomara el tiempo que fuese necesario para estar con él.

Alcanzó a llegar y estar los últimos instantes con Juancho, quien en todo momento mantuvo su lucidez, le pidió que todo lo que tenía en su casa se lo llevara y que debajo de su cama, enterado había una caja para él.

El funeral de Juancho se hizo en Los Sauces, había pasado tantos años en ese lugar por lo que casi todo el pueblo asistió al entierro, y como es la costumbre, los deudos, en este caso, Ayentemo su mujer y sus tres hijos, en la puerta del cementerio recibieron los saludos y ellos daban los agradecimientos a los asistentes, cuando ya se retiraban los últimos acompañantes vio venir al Juez, al sargento Ramírez y al capitán Muñoz…

¿Y Uds. que hacen aquí? ¿Quién les avisó?...
Es fantasma del Bandido;
dijo el Juez, a modo de broma, quien era franqueado por el sargento y el capitán, ya que por los años caminaba con dificultad….saludaron a la Carmencita y los niños.
Yo estaba de paso por Traiguén y el sargento Ramírez me avisó; dijo el Capitán Muñoz.

Ayentemo los miraba a cada uno muy confundido.

Yo, justamente, andaba haciéndome un control en el hospital, por la cuestión de la pierna y ahí me enteré de la muerte de Juancho…y Ud sabe, poh, Rebolledo, pueblo chico…
A propósito, ¿por qué no van todos la próxima vez que vaya a Traiguén?;
terció el juez, haciéndole un cariño al niño menor.

Ayentemo miró a su mujer…

¿No será mucho problema para ud?; dijo ella, mientras tomaba del brazo a su esposo.
Será un placer, le voy a decir a mi mujer, y si se pide unos días de permiso, aprovechamos para que conozca el fundo.
No faltaremos Don Celedonio…

Los tres hombres se despidieron del joven con un fuerte abrazo, de la señora y los niños de una manera cariñosa y familiar y se dirigieron a un viejo automóvil, que enfiló hacia Traiguén, dejando una estela de polvo, mientras que Ayentemo se dirigió lentamente hacia la casa de Juancho a buscar la caja misteriosa.

Esa noche, en la casa de Juancho, acomodó a su mujer y los niños los que casi de inmediato se quedaron dormido, esa casa donde Ayentemo vivió su niñez y parte de su adolescencia. Ordenó cosas, ropas, cachureos, herramientas, en fin, revisó la pequeña casa de punta a cabo, y ya de madrugada, corrió el camastro de Juancho y busco la caja; Su Herencia.

No tuvo que cavar mucho, y al sacarla comprobó que estaba cerrada con un candado, y en la tapa tallado; “la llave la tiene el juez”.

(1) Hueñe : niño – termino cariñoso para identificar a un joven
(2) Doblao : El tema verdadero de la interrogante, la verdad…
(3) Arrajonao : Valeroso, osado, sin miedo, intrépido
(4) Enterar : estado de agonía, instantes previos a la muerte.

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jueves, noviembre 08, 2007

CEFERINA Y DAGOBERTO (2a Parte)

¿Como dijiste que te llamai?
Ayentemo Rebolledo Soto
Ayen… ¿cuánto?
A yen te mo, respondió suavemente el joven…
¡Oiga mi sargento!, este se llama Ayentemo; dirigiéndose al uniformado que estaba parado cerca de la ventana como momificado y que se veía en silueta por el sol que entraba por el ventanal…
¿Y de donde salió ese nombre pelao?, preguntó el sargento con una voz potente y autoritaria.
Es mapuche...
¿Y vos soi mapuche?
No, no que yo sepa…
¿Y que sabis entonces?
Que quiero hacer el Servicio Militar
¿Sabis andar a caballo?
Si, dijo el mocetón mientras apretaba con fuerza medida su chupalla que tenía sujeta y puesta por detrás…
Aquí se dice; Si mi sargento, ¿escuchaste pelao?, interrumpió el soldado que estaba haciendo las anotaciones.
No se preocupe soldado Palma, ya va a aprender…déjelo adentro...
Faltan unos papeles mi sargento...
Dejélo no mas, me tinca es pelao, que pase el siguiente...
Si mi sargento…
Fue así como Ayentemo se incorporó al Regimiento de Caballería de Angol
.......
.......
¿Y tu no vas a salir de franco?
No mi sargento
¿Tenis donde ir?
No mi sargento
¿Y no tenis mamá?
No mi sargento, murió cuando yo era niño, no la conocí
¿Y tu taita?
Tamien t’a muerto, mi sargento
¿Entonces soi huacho?
Asi parece mi sargento
Y no tenis a nadie?
Al viejo Juancho no mas, mi sargento
Anda a verlo, entonces… llevais como tres meses adentro y eso no es bueno, y no vayai con las manos vacías..
Es que yo vivo aquí ahora…mi sargento
Pero cuando terminis el servicio te vai a tener que irte…
Y si Ud me ayuda, me podría quedar contratao…mi sargento
Ayentemo lo tenía decidido, quería ser militar, quizás porque de alguna manera lo llevaba en la sangre, y el deseo de ser parte de algo además del cariño que tenía por los caballos, era un concripto que desde el primer día mostró cualidades innatas de rastreador, contaban que podía seguirle el rastro a una lagartija en un campo de trigo.
......
......
Juancho se quedó un tiempo en el rancho de Dagoberto, se levantaba muy de madrugada y se instalaba en un peñasco de donde se dominaba todo el valle y sólo bajaba de tanto en tanto y ya entrada la noche se iba a dormir, eso lo hizo por casi dos meses, entre tanto Ceferina se fue apagando lentamente, por la ausencia prolongada de Dagoberto y una vez que sintió que ya no regresaría entró en un estado de pena, a cada día, se lo pasaba mas encerrada mientras que Ayentemo daba sus primeros pasos.
El pequeño huerto, a pesar de los pocos cuidados que tenía, dio sus frutos, Juancho hizo las cosechas y una tarde ella ya no salió a conversar el mate como lo hacia cada día…esa noche por primera vez Juancho entró a la casa...
¿Que le pasa comadre?
No tengo ganas de naa
Pero…
¿Compadre Juancho, ud se podría hacer cargo del niño?
¿Y por que me dice eso?
Yo me voy a ir con el Dago…
Conversaron un par de horas a la luz del chonchón, hasta que el chonchón de Ceferina se apagó para siempre…
.......
.......
¿Y que pasó después Juancho?
Gueno, ¡no me iba a quedar ahí contigo! y chiquito… nos juimos p’a Los Sauces, sabía quienes eran tu abuelos, tus tíos…
No quiero saber de ellos…
Si no te voy a contar naa que tu no queris saber… Yo me puse a trabajar en lo que cayera y…
¿Por qué no te casaste nunca? ¿No teniai mujer, ni hijos?
Yo nunca fui casao, no tengo más hijo que vos y, como nunca dije naa de ti… me jue difícil conseguir mujer… asi que por eso somos los dos no mas…Gueno gueno… ahora cuente de Ud será mejor… las historias que se recuerdan son siempre tristes y ahora hay que estar contento… ¿Cómo te ha ido en el Regimiento?
Bien… tengo a cargo los caballos de los oficiales, y parece que me van a contratar, por lo menos eso fue lo que me dijo mi capitán la semana pasaa y también mi sargento, pero tengo que aprender bien a leer y escribir, ¡eso si que me cuesta!…
Ambos quedaron en silencio, mientras un pitillo se consumía entre los dedos de Ayentemo…
¿Algún dia me contara la historia de mis padres?
Cuando Ud quiera…
Ahora…
El viejo se rascó la cabeza, la decisión del joven lo tomaba por sorpresa y comenzó a hacer dibujos incoherentes en el suelo con una varilla de retamo que usaba para espantar los perros…
Mire hueñe, le voy a contar toa la historia, pero ud no me va a interrumpir porque sino nunca va a saber el final…
Como ud. mande…
Y fue así como Juancho le contó toda la historia, incluyendo el por que de su nombre… Y a ud le pusieron Ayentemo, porque según la comadre ud era muy "hermoso y gracioso"…
Y mi taita, ¿Dónde esta enterrado?
No lo sé… porque después que lo mataron se fueron p’al lado de Traiguén y parece que se lo llevaron con ellos porque no encontré por ninguna parte tierra removía…
¿Y mi amá?
La enterré a los pie de un sauce que estaba al final del huerto, ¿y qué más iba a hacer?... hice el hoyo en la noche, de madrugada la amortaje y ahí quedó…con una cruz de laurel…
El silencio volvió a reinar entre los dos hombres…
....
....
Don Celedonio, le presento al joven Ayentemo Rebolledo
Mucho gusto joven
Muchas gracias por recibirme señor Juez
Y dígame don Vicente ¿para que me trajo a este joven?, mientras se sentaba en frente a su escritorio.
Don Celedonio, este joven quiere escribir la historia de los cuatreros de esta región y lo hace en sus ratos libres, él es del Regimiento de Angol, viene recomendado por mi Capitán Rodríguez…
Ah… hay hartas historias por estos lados, pero mejor sería que hablara de don Pedro Trizano y su gente, mire que si no fuera por ellos…pero ¿Qué es lo que quiere saber Ud jovencito?
Bueno, mi capitán me comentó que el Regimiento, muchas veces ayudó a corretear a los cuatreros y en el cuartel se cuentan muchas historias de don Pedro y su gente, pero también se cuenta que hubo un malulo que les dio muchos dolores de cabeza hasta que lo mataron…y que Ud...
Ah… ¿ud se refiere al Bandido?…
No se si será el mismo….
Ese tiene que ser… Don Vicente porque no le dice a la Melania que nos traiga una mistelita y así aprovecho de contarle la historia del Bandido a este joven… y mientras don Vicente salía al corredor, el juez buscó en un estante unos legajos algo polvorientos…
Aquí esta el expediente… ¿sabe ud que el Bandido no tenía nombre?
¿Y por qué?
Por que no tenía amigos, ni parientes conocidos, nunca dijo su nombre, y por aquí lo venía venir, muy de tarde en tarde, y si no fuese que unos vecinos le reconocieron, por el poncho, o si no, nunca lo habríamos pillado… espere…. Aquí esta el informe final…”los testigos reconocieron al cadáver como el del Bandido y que la última vez que lo vieron estaba bebiendo en el negocio de don Bartolomé Lillo, y con esa comprobación de identidad y firmada las correspondientes declaraciones este Tribunal ordena se le de cristiana sepultura en el cementerio de la localidad, con cargo a fondos municipales y se le inscriba en el Registro Parroquial con el nombre de “Bandido”. En Traiguén a, bla bla bla.
Al joven se le hizo un nudo en la garganta y trató de mantener la compostura, mientras entraba la empleada con los vasos de mistela, nunca un trago había sido tan amargo y largo…
......
......
¿Alguna novedad?
Si, renuncio jefe, ya estoy viejo para estar pasando susto…
Pero ¿por qué?, nunca los muertos han dado problemas, y soltó una risotada el administrador del cementerio mientras le tomaba por el hombro al rondín…
Mire jefe, anoche no pude echar ni una pestañada… los perros casi se vuelven loco… y ladraban como endiablados para allá…y no se atrevían a cargar… de repente se encendió una vela, ¡no se de donde!… y ahora en la mañana, con la claridad, fui a ver... y en la tumba del Bandido había un ramo de flores frescas… y en la cruz, dos letras pintadas de blanco…
¿Y que letras?
Una De y una Erre… ¿eso no será Diablo Resucitado, jefe?
Alguien que te hizo alguna broma… ¿tuviste tomando anoche?…
Naa patrón… revisé bien, no había ni una huella, nada de nada….
......
......
En la próxima salida te voy a ir a dejar flores, mamá…

lunes, noviembre 05, 2007

CEFERINA Y DAGOBERTO

Nota del autor:
Este cuento esta inspirado en la canción Bandido de Patricio Manns y es mi regalo de cumpleaños.


El espíritu de Dagoberto Rebolledo vaga por entre trigales y bosques nativos de los campos que unen Angol con Traiguén, la historia dice que en las noches de cuarto creciente se ve la silueta del Dago sobre su caballo corralero negro azabache y su inconfundible manta de castilla, que hasta en pleno verano no se la sacaba, la razón era que así nunca se veía donde tenía las manos, ya que al cinto llevaba un corvo militar de la Guerra del Pacífico que un soldado retirado le había regalado cuando niño, una escopeta recortada terciada al pecho y su rifle en una especial cartuchera en la montura.

Cuentan que su padre, fue viejo soldado que había servido en la campaña de pacificación de la Araucanía y que al quedar huérfano de madre lo había criado una de las esposas de Juan Colipi. Cuando llegaba a hablar de el sólo decía que la vida lo había dejado en la mitad del río, porque él era medio araucano por crianza y medio huinca(1) por genes.

Dagoberto vivía en una choza construida en el fondo de una quebrada de difícil acceso, y que por su ubicación estratégica, era casi imposible verla.

Se ganaba la vida descuerando animales, especialmente vacunos, de él se hizo toda una leyenda, y en más de alguna oportunidad se le sindicó como el jefe de una gran Banda de Cuatreros.

Un día, de regreso de una de sus tantas correrías, a la entrada del pueblo de Los Sauces vio a lo lejos la silueta de una mujer joven que llevaba al hombro un atado de leña. Se detuvo y la miró, hasta que se perdió por entre los caseríos. Pasó varios días rondando por las cercanías esperando verla, hasta que…

- Buenas tardes señorita…
- Buenas tardes, respondió ella algo nerviosa y mirando hacia todos lados
- No se preocupe, ando solo y estoy un poco perdido
- ¿Qué se le ofrece?…
- ¿Por dónde debo agarrar p’a llegar a Purén?…
- Cruce el pueblo y siga p’a la travesía(2)

Lo quedó mirando fijo a los ojos con aire de duda. El se sintió pillado en la mentira y soltó una risotada fuerte y sincera, se arregló el sombrero y bajó la vista, cual niño malcriado pillado en una maldad. Ella también se rió….Conversaron un largo rato hasta que el sol comenzó a bajar….

Ese verano, Dagoberto se dejaba caer más o menos seguido por los bajos de Los Sauces a esperar a su amiga…

- Pensé que no iba a venir…¿Qué le pasa que la veo tan callaa?
- Naa
- ¿Cómo que naa?, si anda con una car'e perro… dígame, ¿Qué le pasa?. Dagoberto la tomó por los hombros y la acercó a su pecho. Ella comenzó a sollozar bajito. ¡Cómo que naa! si está llorando…
- Mi taita me echó de la casa, porque me esta creciendo la panza…

Se produjo un silencio tal que hasta se podía sentir las hormigas caminar...

- Bien, deje too botao, porque me la llevo, ahora mismo, p’a mi rancho…
- ¡Pero!…
- Lo que ahí tiene es mío, y lo mío es mío… y como no se lo puedo sacar, me la llevo a Ud. también
- ¿Y después?
- Lo va tener que criar…

Se separó de ella, se montó en su caballo, se acercó y tomándola por una mano la alzó al anca del animal y rumbearon hacia el rancho de Dagoberto.

Por primera vez, Dagoberto descuidó su rutina de seguridad y enfiló directamente hacia su puebla(3) sin preocuparse de ver si lo iban siguiendo ni de las huellas que iba dejando… su mente había viajado a otros mundos, donde los sueños son los amos.

Cuando empezó a subir los cerros que circundaba su rancho volvió a la realidad y dando un golpe de riendas a su caballo, giró en noventa grados y guió sus pasos hacia el puelche (4), empezó a evolucionar en zig zag y a hacer grandes rodeos… Ceferina sólo respiraba, abrazada a la cintura de Dagoberto y con la cabeza reclinada en la espalda de él.

Ya el sol se había escondido tras la cordillera de Nabuelbuta, los perfiles de los cerros y los frondosos árboles adquirían formas fantasmagóricas, que podían estimular la imaginación de cualquier cristiano. Cruzaron varios arroyuelos hasta que, de pronto, se encontraron de frente con la puebla(4) de Dagoberto. Bajó del caballo de un salto, pasando su pierna por sobre el cuello del animal, tomó por la cintura a la Ceferina, y bajándola con cuidado le mostró su rancho…

- A contar de ahora esta será su casa y la casa de mi hijo… mientras le acariciaba suavemente la guatita.

Ella estaba casi en estado de schock, él se acomodó el sombrero se echó la manta para un lado, respiró profundo… ¡Nunca me había fijado!, ¡Qué bonito es mi rancho!… ahora, de los tres…

Ceferina se sentó en una banca, bajo un alero a la entrada de la casa, Dagoberto desensilló la bestia y la soltó, montura en mano se dirigió a ella,

Desde ahora, ud manda aqui...

Los últimos rayos de sol, pintaban de hermosos tonos rojizos unas cuantas pequeñas nubes, y el ambiente se inundaba con un sinfónico concierto de trinos de pájaros.

........

........


- Dago… cuando vaya al pueblo ¿puede traer un poco mas de porotos?, quiero poner algunas melgas p’al bajo, ¡ah! y también un poco de maíz…
- Tiene que sembrarlo p’a Santa Rosa, p’a que la cosecha sea güena, respondió mientras limpiaba su fusil
- Espero que no se me caiga la guagua antes…
- Se me había olvidao…
- ¿Y la voy a tener aquí?
- Aquí pus
- ¿Y Ud. me vas a ayudar?
- No, le voy a avisar a la Machi
…..

.....
Como nunca el invierno fue tan lluvioso y frío… las provisiones mermaban… el fogón encendido, una olleta de fierro llena de agua, hervía… Dagoberto aguzaba una rama con su corvo y en la pieza del lado, se sentía los gemidos de la mujer parturienta, la Machi entraba y salía de la pieza interior… de repente, un llanto de niño que, como un rayo de sol, iluminó la cara de Dagoberto.

La Machi salió del dormitorio alumbrándose con un chonchón que llevaba en la mano,

- Nació sanito el güeñe… ¿lo queri conocer?
- ¿Hombrecito?
- Si pu
- ¡Mi hijo!… musitó

En medio de esos cerros solitarios, un llanto de niño anunciaba vida, en el corazón de Dagoberto había florecido una rosa, pero al mismo tiempo una espina le clavó, ahora había que alimentar otra boca, y su trabajo cada día se hacia mas difícil.

En los pueblos cercanos, se habían organizado los patrones de fundo para dar caza al bandido que robaba ganado, se habían puesto puntos de vigilancia y cada vez se hacia más difícil de cruzar los campos sin ser visto.

Ceferina intuía lo que hacia su marido, sabía que cada vez que salía, quizás no regresaría mas…A medida que pasaba el tiempo y el niño crecía, las salidas duraban más y el tiempo en casa era menos, ella nunca dijo nada al respecto.

.......

........

- ¿De dónde viene viajando el amigo?…
- Del norte…
- ¿Y cómo están las cosas por allá?
- Espero que mas mala que por estos lados
- Aquí las cosas cada día están más malas… pero no por eso no nos vamos a tomar otro traguito…
- ¿Y qué nos hará?…

Ambos hombres beben lentos sendos vasos mientras alrededor otros parroquianos, cada uno en lo suyo, beben sin poner atención en el forastero que bebe con el dueño de la cantina…

- Yo llevo años viviendo aquí, este negocito me lo dejó mi Taita… no da mucho, pero no me quejo… y Ud ¿en qué trabaja?…
- En lo que toque… lo que haya, donde llego…
- ¿Y no piensa echar raíces?…
- Las raíces la echan los jutres o los que trabajan para ellos
- Entonces ¿Ud va de paso?
- Si, me hablaron de que hay trabajo p’a Lonquimay… así que me queda harto que andar todavía… espero encontrar algún amigo en el camino, p’a que se haga mas corto el camino…
- ¿Yo lo conozco a Ud?… ¿Por qué me parece cara conocida?… mientras sacaba una botella de debajo del mesón… Esta va por mi cuenta…
- Gracias amistaíta…

El hombre sirve los vasos, le llaman de una de las mesas, y se va a atender a otros parroquianos.

Al acercarse a una de las mesas, uno de los contertulios le comenta algo al dueño de la cantina, los otros participan en el cuchicheo, miran de reojos a Dagoberto… De otra mesa se para un mocetón y se acerca al grupo, y cada vez aumenta el barullo…

Dagoberto bebe lentamente como no dándose cuenta pero su instinto lo había puesto en alerta, dejó el vaso en el mesón y se encaminó lentamente hacia una puerta interior de la cantina, por donde ya había salido varias veces a orinar… con rápidos movimientos saltó cercas y corrió por la orilla del estero que estaba a los pies de la propiedad, perdiéndose por entre las zarzamoras. Entre tanto, se escuchaban gritos de dentro de la cantina. Dagoberto no se detuvo a averiguar y siguió corriendo, en busca de su caballo que había dejado escondido en unos bajos a la entrada del pueblo.

Sintiéndose seguro, empezó a caminar, mientras examinaba sus armas que estuvieran en su lugar, cuando de repente de entre los arbustos se le apareció una persona...

- Calma Dago… soy yo, el Juancho
- ¿Cuál Juancho? A pesar que la voz le era familiar
- Tu compadre…
- Pero si tu estai preso
- Salí hace dos semanas
- Baja la voz que te pueden escuchar
- Aquí estamos seguro… tu caballo esta allí, junto al mí a mi yegua…
- ¿Cuánto estuviste adentro?
- Casi cinco años…
- ¿Tanto?….¿Cómo pasa el tiempo?
- Si pus, …
- Y ¿Cómo me pillaste?
- Hace dos días que te estoy siguiendo, ¡te hay puesto harto descuidado!
- Uno se va haciendo viejo…
- ¡Pero vos tai igualito!
- ¿Queris pitiar?…
- Ya pus (recibe un cigarrillo) lo único que me falta, p’a ponerme a tono, es echarme unos guenos tragos y una guena acostaa…
- Lo de los tragos lo podemos hacer en la Casa de doña Eduviges, camino a Los Sauces... y si estay muy necesitao, le podis pedir a ella…
- ¡No la embarre compadre!..., en ese caso,... me echo a la yegua… ambos ríen

Dagoberto le da un fuerte abrazo a su compadre y que lo sorprende con los brazos abajo, luego van en busca de los caballos y rumbean hacia los campos en busca de la casa de doña Eduviges. Ya habían andado más de una hora a paso cansino, conversando de mil y una cosa…

- ¿Y cómo andas los negocios compadre?
- Mal, cada día hay más ojos que cuidan los animales, uno nunca sabe donde se puede encontrar con un vigilante…
- Y ¿Qué me dice de Ud., todavía tiene el rancho allá en la quebrada?
- Si pus, y ahora con mujer y con crío...
- Pucha, ¡esa si que es noticia!… ¿Y dónde se la encontró?
- En Los Sauces… es una güena mujer
- ¿Y la quiere mucho?….
- Por ella y el crío, hace tiempo que le he estado vuelta a la idea de hacer otra cosa, ésto cada día se pone más peluo.
- Si Ud. me perdona compadre, el cuerpo me esta pidiendo… ¿ud entiende?… me voy a echar una vueltita p’a allá abajo y vuelvo al tiro…
- Hágalo p’allacito, p’a que el viento no traiga el olor…
- No joda compadre….
- Es que a Ud. lo conozco puh… Juancho rumbea hacia un bajo, donde los matorrales se hacen mas espeso…

Dagoberto respira profundo, su mente viaja hacia su rancho donde esta su mujer y su hijo… (Para si) Debería haberle dicho a mi compadre que amo a la Ceferina”… su vista se fijó en las últimas luces del atardecer y en las estrellas comenzaban a brillar, cuando de repente se siente un disparo de fusil… Dagoberto cae del caballo… a los pocos minutos lo rodean seis jinetes…

- ¿Este es?…
- Si, este es…
- ¿Y el otro que venía con él?…
- Debió ser un acompañante, porque este siempre andaba solo…

…..

.......

- Dagoberto, ¿es Ud?…
- No misia, soy el Juancho, el compadre del Dago….
- El Dago anda trabajando, no se cuando volverá


“y donde escuche que hay una mujer que a solas me nombra. Le dice que no me busque que se acostumbre, que ya no existo, que allá en la sierra cuando en la noche de espalda en tierra me acuerde de ella con toda el alma... con toda el alma la lloraré.”

(1) : Huinca: hombre blanco
(2) : Travesía: Oeste
(3) : Puebla : Rancho pobre de inquilino

(4) : Puelche: Este



BANDIDO
Patricio Manns

La noche me abre su manto
su manto de estrellas blancas
compadre voy a la sierra
llevando mi muerte en anca.
Es negro el viento y la tierra
negro el pan y negro el vino
si voy subiendo a la sierra
más negro se hará el camino.
Un corvo de acero blanco
me cuelga el flanco
el rifle alerta cansao el tranco
llevando penas y donde vaya
con la cadena de este destino
sobre mi manto se irá el dolor.
Compadre la noche enreda
mi poncho negro en sus brechas
pero en todos los atajos
un rifle escondido acecha.
Al pueblo vaya de albita
cuando aún no mueran las sombras
y donde escuche que hay una mujer
que a solas me nombra.
Le dice que no me busque
que se acostumbre
que ya no existo que allá en la sierra
cuando en la noche de espalda en tierra
me acuerde de ella con toda el alma...
con toda el alma la lloraré.

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