Aprendiz de escritor...arquitecto de mi existencia.

rio laja chile

GUSTAVO ARANEDA

martes, abril 17, 2007

22.- DON RATONCITO... GRACIAS...

Casi todos los días son iguales, levantarse, ir al trabajo, de regreso a casa, salvo que uno se provoque algunos quiebres a esa rutina, pero así y todo se hace difícil, el sistema nos tiene como autómatas.

No escapo a esa gran masa de rutinarios trabajadores de este país y, no creo que en otras latitudes sea muy diferente. Es por eso que a veces hecho mucho de menos a mis actividades en terrero. Bueno aclaro, por muchos años trabajé para una Empresa que, su labor fundamental es la instrumentalización de industrias, y en particular las relacionadas con el mundo de la celulosa, eso me llevó a vivir por períodos largos en Constitución, Arauco, Nacimiento, Mininco, Valdivia, San Javier y otros lugares de esta larga y angosta geografía.

El equipo de trabajo era bastante especial, todos, de alguna manera, especialistas en sus respectivas áreas y en total, no sobrepasábamos las sesenta personas por faena, salvo una donde fuimos en un momento cerca de 200.

Los días se pasaban volando, la jornada comenzaba a las 8 de la mañana y por el tema de los avances y los premios de avance que eso significaba dinero, la jornada terminaba cerca de las 20 hrs.

Estábamos trabajando en la Celulosa Santa Fe en Nacimiento y cercano a las Fiestas Patrias, decidimos hacer un asado, el día 16 de septiembre trabajamos hasta medio día para dejar la tarde libre y así disfrutar de un asado en las orillas del río Vergara.

Fue una tarde lindísima, en todo aspecto, le pedimos a la dueña de una las casas que usamos como residencial que nos preparara todo, incluyendo una muy folklórica ramada, nos consiguió juegos de tejo, una mesa de tacataca, y hasta apareció una guitarra.

A algunos se les “lleno rápidamente el estanque” (se anduvieron embriagando) y se acurrucaron a dormir un poco, otros nos reunimos alrededor de algunas damajuanas de vino pipeño a conversar de lo humano y lo divino.

Es costumbre por esa zona que las reuniones se amenicen con algunos relatos de cuenta cuentos o mentirosos, las personas relatan aventuras de personajes imaginarios o de algunas andanzas de personas que resultan muy cómicas o muy dramáticas.

Y así todos nos fuimos metiendo en el juego y cada uno fue contando sus mentiras o cuentos… hasta que me llegó mi turno…

Bueno, les dije, lo mío es cortito, sabiendo que la talla afloraría de inmediato, esto ocurrió en Talcahuano, cuando yo aún era un mozuelo, ya a los 15 años me arrancaba de casa para ir a tocar guitarra en un conjunto que amenizaba las noches de un cabaret ubicado en “las cuatro esquinas” en el sector Bilbao con Colón, una noche me tomé unas copas de más de vino y me anduve mareando, los demás se fueron y me quedé prácticamente solo en el salón, me llevó a su pieza una joven que hacia las veces de empleada del cabaret-lenocinio.

Ya en su pieza, sentí un ruido extraño que no logré identificar de inmediato, que despertó mi curiosidad, era parecido como a un maullido de gato pequeño, ella trató de tranquilizarme diciéndo que no me preocupara y que mejor era que me acostara, le dije que no tenia dinero para pagarle a lo que ella respondió que no importaba por esta vez, pero el ruido persistía, traté de identificarlo y de donde provenía, no me resulto muy difícil llegar al origen, a los pie de la cama de una pieza de madera y muy modesta había una puerta que comunicaba a un pequeño closet, gran sorpresa, en el piso del closet había una caja de cartón donde estaba acostado un niño y que gemía…
¿Y esto?
Es mi hijo
Pero ¿Y por que esta aquí?
Para que no moleste
Lo saqué y lo puse en la cama, era un niño menudo de unos cinco años, me miraba en una mezcla de asombro y miedo, reconozco que se me pasó, como por arte de magia mi embriaguez y me concentré en él, tenía helada las manos y su frente ardía… ya eran como las seis de la mañana de un domingo de Julio.

No recuerdo muchos detalles, pero si me acuerdo que por varios meses, fui sagradamente todo los sábados, apenas llegaba era motivo de todo tipo de bromas de partes de los músicos y artistas, pronto tendremos casorio…llegó papito….y otras no reproducibles.. Muchas veces no me incorporaba al conjunto y me iba derechito a la pieza, donde me entretenía jugando con Don Ratoncito, como le decía al niño y él disfrutaba de algunas golosinas que le llevaba. Al llegar a la pieza golpeaba de una manera muy especial y él niño desde dentro respondía con una serie de golpes, también muy particular, era nuestra forma secreta de saber quien era quien.

Pero eso no tiene nada de gracioso, interrumpió un contertulio…Cierto no tiene nada de gracioso hasta ahí, lo gracioso fue que nunca "me acosté" con su madre y ella al final me correteó porque “me estai ocupando la pieza y para nada”

Bueno, la historia salió fome, pero resulta que la semana pasada cuando fui a Concepción a buscar el material que nos mandaron de Santiago, la caja se fue al Terminal de Talcahuano y al pasar por Colón con Bilbao me acordé de eso…además en esa esquina había un restorán que vendían unos “pancho villa” (porotos con tallarines y bistec de pana) de miedo. Y no se porque me acordé de esta historia...

Sabe jefe, fue muy fome su historia y además que ni se la creo, me dijo un soldador así que se va que tener que “rajar” con una botella cuando nos vayamos.
Ningún problema, pero vamos a brindar por esa mujer y su hijo…
No me importa, mientras Ud. pague...
Hecho…
Hecho…

Terminamos el asado y nos fuimos a la residencial y de ahí a tomar el bus, era cerca de la media noche, el Terminal de Los Ángeles estaba lleno, la mayoría de las empresas que estábamos trabajando en la Celulosa habían concluido su jornada ese día.

Por favor no voltees…me dijo, imitando una voz de niño, mientras que con sus dedos hacia un muy particular tamboriteo en mi hombro…Quedé petrificado… era el particular saludo que nos hacíamos con Don Ratoncito… esperé unos instantes que fueron eternos y al voltear, en ese enjambre de personas en el Terminal no vi ningún rostro conocido, me subí al bus con la gran pena de no poder abrazarlo… pero con la intima alegría de saber que ese niño, que no se le veía aparente futuro, era ahora un hombre y profesional.

(Cuando escribía este artículo, me acordé de Chepa de “La Remolienda” de Alejandro Sieveking).
Foto: Rio Vergara

3 Comentarios:

(\ /)
(-.-)
(") (")
Gracias.
Ahhhh, ya conocia esa historia, me gusto mucho cuando me la comentaste. eres un gran hombre, un muy buen amigo.Rob.

Publicar un comentario